19 de noviembre de 2013

Songs of Remembrance (Dear Marie)

En Origen, la película de Christopher Nolan, una canción se filtra por los estratos de un sueño como el agua por las anfractuosidades de una cueva. La voz de Édith Piaf en Non, je ne regrette rien es el cordón umbilical que une el espacio segmentado de lo onírico con el mundo de la vida. El gesto no carece de ironía, toda vez que la letra de esa música mensajera invita a reírse del pasado y a reducir a cenizas los recuerdos. A olvidar para volver a empezar cimentando el futuro sobre la zona cero de la amnesia. En Blade Runner, de Ridley Scott, Rachel tienta unas notas al piano sin saber si podrá tocar, pues ha descubierto que las lecciones que tomó son sólo un recuerdo implantado. Sin embargo, al cabo eso importa poco, porque al tocar ella enciende una imagen del pasado y la hace suya, y al deslizarse por las teclas sus dedos incorporan un saber que se había vuelto extraño, unheimlich. Entonces surgen del piano las notas nocturnas que transforman el silencio del pasado en el sonido del tiempo recobrado. Y en Casablanca, la obra maestra de Michael Curtiz, Rick tiene prohibido a Sam que vuelva a tocar As time goes by, la canción que compartió en París con Ilsa años atrás, porque siente que el tiempo ha dejado de pasar al compás en que antes lo hacía, y algo de sí mismo permanece encallado en el espacio que fue de ambos. No sorprende, así, que no desee enfrentarse a esa melodía que le invade sin filtros y le deporta desarmado a las horas que fueron su dicha, hoy estragada.

Juan Fernández Álava, Rachel, Óleo sobre lienzo, 2010.
Esas tres notas marcan la tessitura para introducir esta otra canción del último trabajo de John Mayer, un blues que se infiltra en el corazón de nuestras emociones y erosiona las sedimentaciones de nuestros afectos. Si nos dejamos mecer al ritmo de sus compases, nos empuja con dulzura a regresar sobre nuestros pasos, a calibrar la longitud de nuestras líneas de sombra, a releer viejas historias como nuevas, incluso a reavivar antiguas llamas y a encender con el deseo la penumbra del recuerdo. Porque, ciertamente, hay canciones, como esta Dear Marie, que con pocos mimbres y escasos versos son como una corriente de agua delgada que, filtrándose por los recodos de la conciencia, nos transporta a las edades tempranas de nuestro verbo. A esos confines donde hollamos los lugares que fueron su rostro y seguimos el secreto rastro de sus ojos. Allí quizá nos tiente por un instante ceder al vértigo de la nostalgia digital, derribar el puente que discurre over troubled water y caminar, absortos, al borde del abismo. Dejar que inunden nuestro cuerpo las imágenes escapadas de los pasados sumergidos, y creer que aún debemos cerrar las brechas que abrieron los futuros que perdimos. Pero entonces aprendemos a escuchar la densidad del extravío y osamos respondernos que no tenemos por qué ser el sueño de quien fuimos. Después, sin titubeo, resolvemos poner fin a ese bucle melancólico y auscultamos en las buenas vibraciones de otro hilo qué otra música nos aguarda al salir del laberinto.


Dear Marie, tell me what it was I used to be
And if you’re further up the road can you show me what I still can’t see.
Remember me, I’m the boy you used to love when we were fifteen
Now I wonder what you think when you see me on the magazine.
From time to time, I go looking for your photograph online
Some county judge in Ohio is all I ever find.
Dear Marie, tell me do you still believe in me
Well I’ve got my dream but you’ve got family
Yeah I’ve got that dream but you’ve got yourself a family
Yeah I’ve got that dream but I guess it got away from me.